De Alfonsina Storni a Marosa Di Giorgio, de Susana Thénon a Olga Orozco y Juana Bignozzi, de Silvina Ocampo a las grabaciones hechas por Isabel Aretz en el noroeste argentino en los años 50, la pieza activa una experiencia coral en la que las frecuencias amplificadas por los dispositivos tecnológicos son los hilos que tejen una comunidad sonora, momentánea e inestable, entre nosotras y las poetas que nos preceden. Con ellas reescribimos el pasado, habitamos el presente e imaginamos un futuro que nos sea deseable, después del fin del mundo que, al parecer, sobrevivimos.